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Discurso Caballero en la Orden de las Artes y las Letras
PorEmbajadora Francesa Elizabeth Beton Fecha27 Octubre 2007

Fotografía: Natalia Cea

Estimado Eduardo Carrasco,
Estimados amigos y amigas,

Me alegra muchísimo recibirlo, estimado Eduardo, junto a todos sus amigos, para expresarle el homenaje de mi país, Francia, que también es el suyo, con motivo de la entrega de esta decoración de Caballero de las Artes y Letras.
Juntos decidimos hacer una excepción al protocolo al organizar el acto este Sábado por la tarde para poder hacerlo en presencia del grupo Quilapayún antes de que inicie su gira dentro de Chile.

También decidimos hacer de este momento, antes que nada, un momento de fiesta y de amistad, ya que Ud. aceptó - por lo que le agradezco - hacer revivir para nosotros a través de algunas canciones que va a interpretar, la emoción de esta voz en Chile que ha resonado y sigue resonando en el corazón de millares de hombres y mujeres en el mundo entero.

No trataré, aún brevemente, de recordar la historia de los Quilapayún que Ud. ha creado el año 1965 con su hermano Julio y Julio Numhauser. Es una historia demasiada llena de pasión, de exaltación, de amor, de sueños de fraternidad, pero también de desilusiones, de desgarros, para ser resumida en unas cuantas palabras.
Sólo quisiera recordar algunos momentos :
Para nosotros, franceses, Quilapayún es antes que nada una voz que nos invadió en Septiembre de 1973 para no dejarnos nunca más cuando ante nuestras pantallas de televisión asistimos espantados al saqueo de la democracia en Chile y la aniquilación de una utopía que nos hizo vibrar a muchos de nosotros : la de la vía pacífica hacia el socialismo. Ud. estaba en Francia cuando hubo el golpe de Estado, tres días después cantaban en el Olimpia, eran el Chile de la utopía, se volvieron el Chile de la resistencia y del combate, para que Francia, y muchos otros países – por supuesto, hablo antes que nada de mi país – se movilizó en un extraordinario movimiento de solidaridad que ha marcado nuestra historia. Y creo que es un símbolo fuerte el hecho de entregarle esta decoración esta tarde, en esta residencia de Francia que ha acogido a centenares de refugiados de los cuales algunos están presentes esta tarde, pues estoy totalmente convencida que Francia nunca es más grande que cuando sabe ser generosa y defender los valores de la democracia.

Para millones de Chilenos y también millones de personas en el mundo, los Quilapayún están ligados indisociablemente a esta página de la historia de Chile. Su música, sus textos, las decenas de grabaciones que han hecho, los millares de conciertos que han presentado por todas partes son los fieles testimonios más vivos de este período en que Chile se puso a soñar y el mundo también con él. Para mucha gente, han encarnado a Chile y seguramente muchas personas podrían suscribirse al vibrante comentario hecho en 1975 por Julio Cortazar respecto de ustedes : « Escucharlos a ustedes, es abrazar el tronco de uno de esos árboles milenarios de vuestro Chile, es escuchar la lenta, la interminable marcha de su savia. Ustedes son savia y sangre de vuestro pueblo martirizado, árboles de canciones donde los pájaros de mañana vendrán a hacer su nido de libertad y alegría.”

El destino de Quilapayún y su propio destino en particular, estimado Eduardo, está íntimamente ligado a nuestro país, Francia. Francia que pasa a ser la segunda patria de Quilapayún por varios años: desde París, el grupo seguirá proyectándose al mundo, siendo más que nunca el símbolo de la resistencia a la dictadura militar. En el transcurso de esos años, siguiendo aún muy implicado en la vida de Quilapayún, Ud. decide a pesar de todo volver a su verdadera e única pasión : la filosofía. Retoma entonces en La Sorbona los estudios que había emprendido antaño en la Universidad de Chile. Uniendo la teoría a la práctica, Ud. trabaja, bajo la tutela de Robert Misrahi, en torno a la interpretación fenomenológica del exilio. Por doloroso que sea, el exilio – Ud. como filósofo no me va a contradecir – es también el lugar donde uno, de manera paradojal, se reencuentra y se reconoce. Quiero creer que por esta razón Francia, tierra de exilio para Ud. – tanto a título musical que filosófico - tuvo tanta importancia en su recorrido personal.

Pasó el tiempo : Chile ha vivido la vuelta a la democracia, Ud. mismo ha vuelto, siguiendo ligado a este grupo musical que había creado, pero decidido a dedicarse cada vez más a la investigación y a la enseñanza de la filosofía.

Y es en su calidad de filósofo que nos devuelve a la aventura fuera de lo común de su grupo musical en el muy bello texto del prólogo a la reedición del libro “Quilapayún, la revolución y las estrellas” escrito en 2002. De este texto conmovedor se desprende un cierto desencanto o, si prefiere, lucidez. Con el tiempo y la perspectiva que le da su recorrido personal, Ud. echa una mirada sin concesión a su ingenuidad de antaño, a la caducidad de las ideologías y la vanidad de los entusiasmos de su juventud. La mirada que se echa a Ud. mismo y a sus antiguas ilusiones de juventud le honra : demuestra a un hombre libre que, sin renegar de sus compromisos, sabe que ni la verdad, ni el ser humano son inmutables.

Aflora en este texto algo de sabiduría antigua : filosofía de la distancia, de la suspensión del juicio, del escepticismo profundo, pero, al final del camino, llegada a una verdadera serenidad y afirmación resuelta de una esperanza. Cito : « A duros golpes hemos ido despertando y ahora, es cierto, somos portadores de una pequeña luz que quisiéramos poner en las manos de los que vienen ».

Portador de luz, ciertamente lo fue como músico; también lo ha sido en el papel fundamental desempeñado en el proceso de creación de una institución cultural de Estado; en fin, lo es como filósofo. Por esta luz que Ud. difundió sin cesar de tantas maneras distintas, es que Francia quiso distinguirle.

Es así que por los poderes que me fueron conferidos, tengo el honor y el placer de nombrarle Caballero en la Orden de las Artes y las Letras.