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Millones
PorHugo Lagos Fecha7 Junio 2011

Cuando Sergio Ortega comenzó los esbozos de la canción “el pueblo unido jamás será vencido” entre partituras de un cuarteto de cuerdas de Brahms y un almuerzo en compañía de los Quilas, estaba lejos de imaginar que casi 40 años después millones de almas se identificarían con la consigna…

“Pero esa canción es de la época de la Unidad Popular en 1973, hoy día está pasada de moda” me dijo hace algunos años una señora cincuentona que vivía su exilio voluntario en Australia.

Efectivamente, fue compuesta en 1973 en medio de la maraña política pre golpista como respuesta de la izquierda chilena en contra de algo que se temía. Una guerra civil.
No hubo guerra civil pero hubo dictadura.
El plebiscito de 1988 vio vibrar el pueblo unido chileno con la vuelta a la democracia.

La revolución de los claveles en Portugal en 1974 y la vuelta a la democracia en España en 1975 vieron el pueblo unido vibrar por las calles de Madrid y de Lisboa, otras dictaduras se derrumbaban.
La llegada al poder de la izquierda en Francia en 1981 vio vibrar el pueblo unido y sus anhelos de justicia por las calles de Paris.
La caída del muro de Berlín en 1989 vio el pueblo unido vibrar en la puerta de Brandemburgo y la absurda frontera desapareció estruendosamente.
La revolución de los jazmines ha visto vibrar el pueblo unido por las calles de Túnez y del Cairo. Los anhelos de libertad son indestructibles.

En la actualidad, en un mundo de vergonzosa injusticia ha aparecido otro pueblo unido, el de los “indignados”.
“No somos nosotros el problema” decía el cartel de los jóvenes manifestantes catalanes y de la Plaza del sol, “somos la solución”, la verdad de esta consigna es sobrecogedora.
La taza de cesantía en España sobrepasa el 20% de la población laboral y en la juventud es peor.
La subsecretaria de un gabinete ministerial francés respondió a una pregunta: “hoy en día no quisiera tener 20 años…”

La derecha debiera reflexionar: cuando no se respeta el derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación y a la cultura, la indignación se hace necesaria, el pueblo unido también.

172.000 pesos de salario mínimo es una vergüenza.